Si creen que usar tacones en la Ciudad de México es difícil, si sacar la visa para ir a Estados Unidos es complicado, acompáñenme a ver la triste historia de una mujer que ha intentado adelgazar y nomás no.
Han pasado ya tres años desde que decidí o más bien me resigné a vivir eternamente a dieta y créanme que sí bajé de peso, pues rondaba los 100 kg, ahora peso alrededor de 70 kg, pero ¿qué demonios pasa?, ya no logro bajar ni un gramo más. Algo muy malo hice en mi otra vida tal vez, o algo estoy haciendo muy mal en esta.
Nunca, jamás, he sido una espiga, siempre he sido la señalización exacta, “Ahí donde está esa gordita, ahí a un lado está la chica que buscas”, claro, la gordita siempre he sido yo.
Fuera de falsedades, envidio rotundamente a todas ustedes flacas del mal que comen cuanta cosa se les atraviesa y no engordan ni un gramo y no conforme con ello, dicen “comí demasiado, estoy muy gorda”. Las odio en verdad, no saben cuanto, a ustedes también amigas mías que leen esto y están flacas, las odio.
No saben lo que es ver una blusa, un vestido, un pantalón o cualquier ropa que te guste, entrar a la tienda y buscar tu talla y ver que no, no te va a quedar ninguna de las existentes. No saben lo que es tener que usar el color negro para disimular las lonjas o blusas muy holgadas para evitar no saltarte la gordura. Intentar verte sexy con un vestido atrevido y lograr solamente verte como un tamal mal amarrado, no lo saben.
Y miren que durante mi anterior soltería, cuando decidí adelgazar un poco, dejé a un lado todos mis complejos, fui viendo mi cuerpo menos redondo y ¡pum! Me sentí sexy y comencé a ligar a diestra y siniestra y fue divertido, no tenía nada que perder, ya había perdido tiempo antes, entonces ahora lo que quería era recompensar ese tiempo y descubrí que a los hombres no les importa ese cúmulo de grasa que puedas tener, o esas celulitis que no se logran ir con nada, a ellos no les importa nada de eso.
Pero el tiempo pasó, hoy ya tengo novio y resulta complicado para mi, salir a la calle y ver que mira a otras mujeres más acuerpadas y claro, a una le llega la inseguridad, las interrogantes del “¿seré lo que siempre soñó?”, claro que no.
Y fuera de esas inseguridades, regreso a solas y por más que quiero hacer ejercicio, comer sano, no logro la constancia adecuada quizás.
Les puedo contar que en cuestión de dietas he intentado de todo, desde coserme la boca, sí, literal, me pusieron una rejilla en la lengua y comí solamente líquidos, no es broma. Al final logré bajar algunos 10 kilos y luego me volví a inflar en muy poco tiempo, subí más de lo que había logrado bajar y bueno, la depresión llegó a mi vida, pero esa también me hizo comer más.
Las dietas, muchas, hasta puros licuados o el detox como se llama. Pero nada, ha hecho que el espejo logre reflejar a una mujer totalmente delgada. Ahora puedo presumirles que tengo una talla normal, que puedo entrar a una tienda y saber que las prendas me van a quedar y descubrí una gran realidad, la única persona que me ha hecho bullying a lo largo de mi vida, he sido yo misma.
Tengo la certeza de que en ningún momento mientras estaba en la primaria, la secundaria, la prepa e incluso en la universidad, nadie me discriminó por está pasada de peso. Incluso presumo que he sido muy afortunada en el amor, cosa que a veces no le encuentro una explicación lógica.
Uno aprende a amar su cuerpo tal y como es y a asociarlo a un cerebro brillante, un carácter simpático, una cara agraciada y eso es un conjunto que agrada a los demás y lo descubrí a base de golpes y de darme cuenta que hay quienes tendrán un cuerpazo y otras que haremos reír y hacer pasar excelentes momentos.
Amiga, amigo, si no tienes el grandioso cuerpo, no te acomplejes, es mejor hacer sonreír a alguien, eso nunca cambiará.